viernes, 10 de septiembre de 2010

Palabras inconclusas


Si pudiera hablarte al que sos francamente, sin que
me intercepten tus sentidos de alerta, y me devuelvan
al destierro de tu cuerpo que es mi casa, te diría
que no quiero hacerte meramente mío, ni que me
inventes eso que ya he imaginado y que a menudo escribo.
Te diría que ya no vivo en la inseguridad que me elevaba
y que vos sabías construir, porque es innegable que debo
merecer un mundo que gobierne, y no este, en el que
soy nimia, insignificante. Que esta bien, que lo acepto.
Porque también así puedo manipular los hilos desde
mi invisibilidad, desde mi no estar que es un estar
sin que lo notes, sin que sepas que siempre habite tu piel.
Te preguntaría donde fueron las aves que atracaron
en tu nido y que me dieron el estatuto de insuperable.
Donde quedé yo que te dí mi poesía y vos no
me dedicaste ni un soneto.
Si pudiera hablarle al que fuiste cuando te conocí,
le volvería a decir que esperaré, porque el tiempo
nunca fue de mi incumbencia, y lo realmente
importante es eso que trasciende, lo que no tiene
origen. Te diría que sos inigualable, pero todos lo somos.
Y redoblaría la apuesta hasta convencerte de lo que no te digo.
Porque mi mejor arma es hacer suponer lo que no expreso.
Pero lo trágico del caso, es que puedo.
Nunca me fue tan difil derribar tus muros y vencerte. Lo
complicado quizás sea creerme que realmente sos
todo eso que te digo.
Puede que haya entendido que el tiempo es más valioso
de lo que supuse. Porque después siempre termina
siendo tarde.
Entonces, no es mi incapacidad para hablarle
a tu yo más real el que me hace quedar inmóvil.
Simplemente es que no tengo nada para decirle.
Con lo letal que es eso en mi.

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