martes, 21 de septiembre de 2010

Víveme



Recordame viva, buscando la lejanía
de los sueños que compartimos,
construyendo puentes hasta tu boca
que era mía y no de otra.
Que era tuya. Y me la ofrecías como si fuera
oxigeno, como si en ella me encontrara
a mi, a mi nombre, a los gramos de locura
que me rebalsaban el cuerpo.

Perpetúa nuestro amanecer,
los instantes en que nacíamos y apagamos
la luz y los escrúpulos.
Y corrían tus ríos hasta el final de su cause,
que eran mis manos y todo mi cuerpo,
Que era el abismo de nosotros mismos,
donde saltábamos sin certezas,
ni consentimientos.

Evoca los despertares de nuestros días
y de la luz que venía a marearnos,
y a descubrirnos juntos y vacíos.
Porque no había nada que nos quedara en el cuerpo.
Ni una miga de nosotros mismos que
no nos hubiéramos sacado.
Y quedaban la singularidad en el piso
y nosotros éramos todos, éramos ambos.

Acordate de la vida que pintamos
en las paredes de nuestra casa.
De la manera en que nos fastidiábamos
y nos parecía entrar en huracanes que no terminaban
pero que tampoco bastaban para derribarnos.
Porque nadie nos cortaba las alas, ni la luz,
ni la relación que era nuestra y que edificamos
porque nos queríamos.

Recordame a mí, en mi completitud.
En la forma en que te miraba sin hablarte,
y como me enloquecían tus palabras
y las coleccionaba en mi memoria.
Añora mis fantasías que eran tuyas
porque vos las construiste.
Mi manía interminable de seguir
inventando, porque así era yo.

Aunque mejor olvidate de todo,
(Y mira que eso me incluye)
Olvídate de mí, y de mi sonrisa al verte.
Margíname de tus pensamientos, y de tu amor.
Que ya no sea mío, que sean únicos.
Y vení a encontrarme y a regalármelo de nuevo
como si ni yo, ni el tiempo, hubiéramos corrido
para alcanzarte.

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