Y en el afán de tener el oro y el lodo,
me convertí en esta mendiga
que te extraña y que te olvida
y que tiene el alma rota
y el orgullo tan amplio
que cabería sin dudas
tu amor sincero y puro,
pero hay tanto ego y tan oscuro
que no te deja pasar.
Y es en mi miseria donde me hundo.
Este pozo tan profundo
que construyo con mis actos.
Los palacios que arrebato
y derrumbo en un instante
las caricias que comparto,
los silencios que dedico.
La arrogancia y la avaricia
de tenerlo todo:
el amor del mundo entero,
lo lejano y verdadero,
y lo que me parece extraño.
Pero esto es un engaño,
y al final no tengo nada
por querer juntar el alma
con dos manos caprichosas
siempre me quedan las ganas
de una vez y para siempre
de encontrar otra mano que me apriete,
y que me lleve a donde sea.
Con un solo requisito,
que me quiera y que me acepte
tal como soy: imprudente.
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