Soy la palabra que enmudece en tu boca,
la sutil sensación del fin que está por empezar.
Soy la llama que, inminente, juega con tus manos
como queriendo incinerar las mismas cenizas.
Soy un ratón que se pasea delante del gato,
y el veneno que se mezcla con la sabia, y mata al árbol.
Soy el sonido de un derrumbe en un bosque solitario,
la continuidad de un suelo cubierto de hojas amarillas,
la expresión de lo vendido y jamás comprado,
el llanto de una estatua viviente en florida,
la lluvia que va al río a cumplir un ciclo.
Soy la única llave que cierra las puertas,
el alma de las rocas y de las montañas,
la particular alegría del ser más triste del mundo.
Soy el aire que se te va en suspiros,
el frente de batalla de un tratado de paz,
la luna naciente que nunca crecerá.
Soy la pluma que se va tornando densa,
tu estricta dieta de reproches y expresión,
la sombra de nadie, ni de nada, con sentido.
Soy un perdón sin error alguno, una frase acabada,
la creencia de la inmortalidad y el absolutismo.
Soy todo lo que está encerrado en sí mismo.
Y sin embargo, soy todo lo que deseas.
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