Nota de viaje.

La gente tiene miedo a empezar. Les temen porque creen que empezar significa que algo ya murió. Después de la primavera, llega el verano, y ya no hay más flores ni lunas enamoradas.
Pero empezar no siempre significa empezar.
¿Cuántas veces volvió a empezar ese romance? ¿ Cuántas veces empezaste a armar algo que ya estaba hecho? ¿Cuántas veces dijiste que empezarías a decir lo que sentías, sin saber que ya lo habías dicho antes?
Empezar es un verbo ambiguo. Es pasado y futuro.
Es pasado, sí. Es la continuación natural de lo que antes sucedió. Si no hubiese habido, tiempo atrás, algo que debió haber sido, hoy no sería nada. Es como el límite entre las provincias. Si no recorro los kilómetros que me llevan justo al punto de partida donde empieza la capital de mi destino, no puedo empezar.
Pero es futuro también. Porque no todos los días se empieza. de ser así, cada vez que empecemos algo, no tendríamos el vértigo en la boca del estómago. Ese que nos impulsa a seguir. para mí, empezar es tener planes y sueños para continuar el camino que hoy empiezo. No sería lógico volver siempre al mismo punto de partida o a otros, porque no disfrutaríamos el viaje.
Entonces empezar es llegar a donde se quiere estar y disfrutarlo. Con la sabiduría que nos dió el camino que dejamos atrás de nosotros y con la ilusión de no saber que paisaje nos espera.
Aunque creo que el miedo viene por otro lado. Durante el camino, el monstruo más grande es el fracaso. Todos queremos "empezar con el pie derecho".
Yo, en eso, estoy tanquila.
Ahora que empiezo de nuevo lo que hice toda mi vida. Ahora que empiezo a confiar en mi, sabiendo que nunca me desvaloré tanto. Ahora que empezar significa seguir el camino que quiero, no tengo miedo a perder el rumbo. Porque no sé si el camino estará bien iluminado, pero sé que si me tropiezo con algún monstruo, llevo en la valija la convicción de que este camino lo construyo yo.
porque sé que en verano también hay flores y lunas enamoradas.