
¿Existirán los finales felices? ¿Querré algún día vivir en la cotidianeidad de levantarme y tener que hacer las mismas cosas para terminar en el mismo lugar y empezar otra vez? ¿Realmente pasa que un día la suerte cambia y que toda esta soledad sirve de algo?
Y yo sé que él no tiene la culpa que al final esto no funcione. Acepto el mérito de arruinarlo todo. Siempre. No es él quien merezca cargar con mi castigo de seguir creándolo como sapo (hermoso, el más lindo de todos) para mi cuento de hadas.
Esta sensación de dormir cada noche en un sueño diferente pone en duda todo cuando me despierto. Y es que vivo en un cielo que de tan celeste se transformo en infierno. En la excitación de lo nuevo, sin la paz de tener siempre lo mismo. En este todo para el que dos manos son muy pocas, pero que sigo intentando guardarlo dolorosamente.
Me pidió que soñara, que estaba bien, que era lindo creer en utopías. Fue como si me dijera: “Volá tranquila, que acá abajo tengo mil brazos que amortigüen tu caída”. Y es extraño. Primero, porque nadie me pidió nada igual. Pero también, porque ¿Qué sentido tendría volar si él está ahí abajo? Francamente prefiero caer.
Pero volver a poner los pies en este mundo es darme cuenta que al final los sueños son eso: un motor que pone en movimiento mi cuerpo, que no va a ningún lado. La chispa que aviva este fuego que no alumbra.
Y es como dice él, el mundo gira, no sé donde me llevará mañana. Pero amor siempre es un adverbio de tiempo no muy grato, un futuro no tan perfecto. Yo misma soy siempre una acción en después.
Todo el tiempo está ahí ese cartel enorme que me explica que hasta ahí llegue porque termino el camino. Justo cuando empieza a ponerse bueno el viaje. ¡Lástima! Lo más trágico es que siempre es un motivo diferente porque a mi desgracia no le gusta ser reiterativa. De todas formas sé que soy yo quien elige boicotearse. No había necesidad, no la había. ¿Por qué siempre encuentro historias que quedan inconclusas? Ya ni siquiera las invento, llegan a mi con las valijas a cuestas. Algunas las busco, no voy a mentir. Pero me es imposible contarlas en voz pasiva. Y las otras, las que llegan sin tocar la puerta, se presentan amablemente, me atrapan. Creo que esas son las peores. La de él es una de esas. Si pudiera cambiarle algunos detalles sería fantástico, pero vino así. Uno no puede modificar los cuentos, ni siquiera siendo escritora.
Al final no sé si aprendí tanto. Todo es siempre un elástico que vuelve al mismo punto.
Y me pregunto si existirán de verdad esos finales de películas en que la trama queda abierta sugiriendo un eterno amor. Si entre tanto error habrá al fin un acierto. Si la historia de él podrá algún día ser la mía.
Y me pregunto si seré capaz de dejar de preguntar todo el tiempo lo que ya tiene respuesta.
Muy en el fondo sé que mientras siga debatiendo conmigo misma, no va a haber finales. Pero también sé que lo importante no es tener una respuesta a todo, sino tener siempre una duda que me invite a descubrir.
Increíble! No puedo acotar más! Realmente me fascina leerte!
ResponderEliminarBesos Luuu... espero estés bien, realmente lo espero.