Este es mi límite. Hasta acá llega la expresión extrema, porque no puedo explicarte lo que sentí aún haciéndote cerrar los ojos y callandote un instante. Y aunque estudie psicología y la cura se tramite en las palabras, y aunque escriba y no pueda hacerlo si no dibujo garabatos que otros lean, entendí que este mundo no es tan lingüístico como todos suponen. Que mi mundo no es una catarsis eterna, como supuse.
Porque todo eso que quiero decir no tiene lógica. Todo esto se volvió tan atemporal, y tan cortante que no puedo decir consecutivamente lo que experimenté.
En ese instante, el amor le declaró la guerra al dolor. Se hicieron aliados en el campo de batalla que era mi cuerpo, y dejaron las heridas desangrándose y un arsenal de médicos listos a llenar los zócalos. Y tuve tanto para decirte que no sabía por donde empezar, y no terminé. Fueron como doscientos treinta y un mil letras agolpándose en la garganta, que consiguieron armar una rebelión para dejarse caer en la dictadura y someterse al silencio.
Pero siempre fueron esclavos, porque todo lo que dije me anudó las manos. Y al final, después de haber hablado tanto tiempo, no sé si declaré fielmente lo que me pasaba.
Murieron las palabras, muchas cosas cayeron al olvido, otras me condenaron.
Por esta boca, que nunca supe para que servía, sembré enemigos sin mi consentimiento, me apuñalé por fuera como si no bastara el dolor interno, me castigué a escuchar las respuestas evidentes. Y al final nunca dije lo que realmente sentía.
Porque tu amor me dejó muda, y te lo agradezco.
No es tan fácil vivir enmudecida, pero ya no deformo los sentimientos a mi antojo. Los muestro puros, no juego a ser Cortázar.
Y yo lo decidí, porque las palabras no es mi punto fuerte. Porque el amor no tiene traducción que valga la pena, y no lo encontré en el crucigrama que fui.
Ahora, en este silencio absoluto, las cosas flotan por su propio peso y sin mi ayuda.
¿Cómo es posible que a pesar de todo esto, tenga la necesidad de ir a decirte lo que ya te dije en la mudez en la que vivo?
Debe ser que ni el dolor más grande puede vencer al amor que grito cuando nadie escucha.
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