sábado, 9 de octubre de 2010

Corazón de sapo.


Verás que soy ese sapito que vive en el éxtasis
de contemplarte aunque no seas estanque,
y las olas de tu mar me ahoguen y me tiren de nuevo
a la costa donde respiro de igual manera.
No vayas a creer que no puedo hacerlo.
Y notarás que me trepo en los amores de hombres
que son inconmensurables, y aún así no me amedrento
ni me retracto.

Seré solamente un susurro de la realeza, no más
que eso. Un sueño de esos que te despertaban por
las noches, te herían el pecho y te llenaban de esperanzas.
Y te seguiré queriendo, porque no es lo único que tengo
pero siempre será lo más importante.
Saltaré de boca en boca, de alegría, de lunes
a domingo y hasta en el vacío de mí misma.

En verdad, lo que me interesa es que sepas que
no soy esa clase de anfibios que se entregan
a la actividad densa y casi sublime de jugar
a las escondidas en cuevas que ellos mismos cavan.
Mas bien permuto en virtud del medio y
a mi antojo. Y construyo fortunas
que me enamoran y me sujetan.

Y ya no muero en ninguna guerra, ni me alimento
de quimeras inconclusas, porque confío en
la fuerza que nace del corazón de sapo.
En la inmensidad de saltar y saltar con los ojos
vendados, sin mirar el camino pero sabiendo
donde termina. Y ahora creo en amar mucho
más que antes, porque incluso amaba sin saberlo.

Podrá parecerte otro cuento, de esos que escribí
con tanto afán. Custodiando cada vocal, como si
por acomodar las palabras en un papelito te cubriera
entero y te conquistará.
P ero sabrás que no quiero ser princesa. No es
mi intención ni mi desenlace.
Quizás ya lo sea para algún mundo.

Porque al final, lo que siempre quiso este sapito
es dormir en el calor de tus manos húmedas
y mover desde ahí los hilos de tu alma y de
mis deseos más verdes y maduros.
Pero ya ves, que los cuentos de hadas siempre
fueron una fábula (Y fabulosos).

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