martes, 9 de noviembre de 2010

Trama Edípico.

Ante mí tenía tu mundo en un mensaje. “Aunque no lo veamos, el sol siempre está”, decía. Y quizás quisiste darme esa fuerza que a vos te suele faltar y que mueve el universo. Quizás me regalaste esa fé en aquello que no somos capaces de ver: la fuerza, nuestro propio empuje que nos nace de adentro sin tener motivos. Lo que hace que avancemos sin saber a dónde.
Y fíjate que bien podría yo explicar que vos sos ese otro ser (Que soy yo también) y que me pone en marcha cuando ya no hay tantos motivos que valgan la pena.
Pero decir que te formaste en mis alas invisibles que me llevan a volar por esos cielos que no conozco pero que me disponen y busco, sería demandar una lógica. Y en nuestro mundo ya hay demasiada.
Como también es cierto que no nos simplificamos tanto y que nos resignamos a sentir sin decirnos nada.
Por eso debe haber sido que tan pocas veces te escribí un cuento. En tu sangre que me colma está todo lo que necesito. Viven dormidos la razón y el amor. La contradicción pura.
Ahora, que somos otros, que no formamos más parte de un mismo cuerpo y que justamente por eso los dos mutamos y que tomo mis propias decisiones, es que quiero despertarlos. Quiero abrirle los ojos al mundo que construimos sin planearlo. Quiero agradecerle por existir sin que ninguno de los dos tengamos noción de él.
Ahora, la razón y el amor van juntos. Porque no hay algo que pueda tener tanto sentido como tus palabras, a pesar que nunca hubo tantas entre nosotros.
Será que los dos sabemos cómo manejarlas. Conocemos los misterios del lenguaje y del discurso. Somos sabios en eso de expresar, que no siempre es lo mismos que demostrar.
Debe ser por ese motivo que sabemos que el límite de los cuentos son los sentidos.
Podremos inventar historias y sentirlas, incluso vivirlas. Podemos ver las escenas correr delante de nuestros ojos, escuchar las voces, tocar el cielo con las manos, disfrutar del aroma de los otros mundos y hasta sentir en la boca el gusto por la fantasía.
Pero no es suficiente, hay algo más. Algo que no se puede explicar y que une a la lógica con el amor. Ese sol que está aunque no lo veamos.
Podría ser que por eso tan pocas veces escribí para vos. Lo que te pueda decir es aquello que no vemos y que sentimos de todas formas. El sol en el que creemos, el que confiamos aún sin saber nada de él. Esa estrella más grande que cualquier otra y que nos invita a girar a su alrededor: nosotros y la eternidad que nos une.
Gracias papá, por dejar el egoísmo y regalarme nuestro mundo, que es el sol que me llena de energía y me mueve en este otro universo más concreto.
Gracias por enseñarme lo que quería aprender, y no simplemente lo que vos querías que supiera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario