miércoles, 10 de noviembre de 2010

Puntos de vista.

¿Alguna vez te detuviste a ver los colores que forma la energía del sol pasando a través de un prisma?
El mismo efecto genera nuestro amor.
Es una luz rompiendo la simplicidad de nosotros dos.
Quizás explicándotelo así sea más fácil de entender. Porque vos sos un único color y yo soy el cristal frío de un cuerpo.
Es imposible no tomar en cuenta la ley. Porque nuestra historia genera otros colores en nuestro mundo, y si lo ignoramos, estaríamos ignorando también el universo del que somos parte con sus estatutos y sus órdenes.
Cada color está afectado por nosotros, es nuestra responsabilidad. Tenemos la obligación de mantenerlos así, brillantes.
Si uno de ellos deja de existir, la condena caería en nosotros sin escala. Explicaría de algún modo que algo estamos haciendo mal. Y no podemos darnos el lujo de no ver el arcoíris que construimos y del que somos parte.
La luz blanca y brillante que creemos ser, afecta completamente cada matiz. Y últimamente no estamos cumpliendo la misión que deberíamos. Porque los tonos se están desfigurando, y no están tan nítidos como convendrían.
Era mucho más fácil cuando yo era una luz y no simplemente una figura geométrica. Hace tiempo, cuando sabía que mi energía era única, los colores que eran mi responsabilidad brillaban con todas sus fuerzas. Y me llevaba a irradiar cada vez, con más fuerzas, mi alma.
Ahora que entraste en esa luz, los colores de los demás están titilando y amenazan con desaparecer. Decime vos ¿Qué sentido tiene ser, si no podes construir? ¿Cómo puedo dejarme resplandecer, si a mi paso no hay colores? ¿Cómo mi blanco existe si no se mezcla con otros pigmentos?
Con esta conclusión no tengo otras posibilidades. Tendré que volver a ser una única luz, perfectamente blanca, para poder conservar los colores que le dan aún más vida a mi vida.
Y la única solución parece ser moverme con el universo. Lejos de vos, y de tu luz. La única solución parece ser ahora, creerme de nuevo que puedo vivir sin nadie. Y que me corresponde mover mi energía para cuidar los colores que de mi dependen.
Si el mundo se transformará en una única luz pura, me quedaría ciega. Y tengo miedo de ser la dueña de un mundo monocromo. En un tiempo fui feliz en mi país multicolor. Deberé volver a hacerlo, me lo debo. Se lo debo a ellos que viven en mi fuerza. A ellos, que dejarían de existir si no me convierto otra vez en el poder univoco que alguna vez fui y que irradiaba claridad con un único fin: formar un montón de colores brillando a través de un prisma.



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