Creo que estaría bien si los negocios empezaran a lucrar con esta fecha que festejamos hace dos mil diez años, o las marcas importantes cambien su envase por uno más alusivo.
No me molestaría ver decoración navideña en todas las casas, o sentarme a ver a los nenes adorando cual dios del sol, a un señor que hace una mala caracterización de Santa Clos.
Incluso hasta disfrutaría escuchar villancicos en los negocios atestados de gente que se agolpan por conseguir algún adorno nuevo para su arbolito y descubrir el olor típico del pan dulce.
Podría soportar mi oposición a los cohetes festivos y a la organización de la cena.
Creo que hasta lo más psicótico y detestable de la navidad, es preferible a este vacío de sentido y de ánimo en el que vivimos ahora.
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