Si muevo mi mano, los átomos de oxigeno y de
hidrogeno que la encierran se mueven con él.
De la misma forma, si muevo mis sueños – y solamente
si los pongo en marcha- el universo caminará conmigo.
Como si fuésemos un collar de perlas unas
unidas con las otras, estamos atravesados por el mismo hilo conductor que nos
sostiene.
No hay forma de dejar inmóvil todo lo demás si
tiro de la cuerda. Pero tensar el hilo es todo un arte, siempre lo dije. De
todas formas hay que hacerlo.
El problema es saber usar la fuerza necesaria.
Freud ya hablaba de esto: si no existe tensión,
es la muerte. La inmovilidad infinita no corresponde. El universo irá donde
vayamos, pero nos obliga a ir.
Hay que tener cuidado. Si tiramos demasiado,
la cuerda se corta, y caemos.
Si muevo mis
sueños, si empiezo a tirar del hilo que me ata a la estrella que quiero, todo
lo que a mi alrededor viva se moverá conmigo. De otra forma, se desvanecería el
mundo que me conserva.
Porque al
final, todo lo que nos suceda es una marioneta que nosotros manejamos con los
dos hilos bordados en la comisura de los labios.
Sonrían,
solamente así las cosas comenzarán a moverse.
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