Eternamente Penélope.

Tenía razón. Tengo que dejar de esperar [lo]
Siempre me gustó este papel secundario en la vida de las personas, este guión que me lleva a querer cambiarlos, como si por soplar fuera viento.
Lo peor es que no sé que espero.
En algún momento habré querido esto: sentarme en el banco de la plaza viendo como todos jugaban en los árboles. Y después quise esperar a que alguien viniera a invitarme.
Quizás debería haber ido yo, pero nunca fui tan sociable. Estaba cómoda en mi mundo de fantasías.
Cuando esperé salir de esa burbuja que me estaba asfixiando ya era tarde. Quizás alguna vez quise que me sacaran, que rompieran el celofán.
Si alguna vez me incitaron a salir, quise que me lo demostraran. Y cuando me lo demostraron esperé quedarme en la burbuja con ellos, pero nadie quiso entrar. – Era lógico, ahora que lo pienso.-
Y así fui viviendo, esperando algo que nunca llega porque no existe. Porque debería haber entrado al mundo para saber que esperar no es igual que esperanza. Que se puede desesperar en el camino.
Por eso espero. Siempre pensé que así demostraba que tenía ilusiones. Creía en los imposibles.
Tenía razón, tengo que dejar de esperar. Porque lo sorprendente de la vida es eso que no esperamos.
Porque esperarlo significa seguir negándome a pinchar mi burbuja yo misma.
Será que tendré que dejar de leer novelas, deberé dejar de ir a los lugares donde él está, o entender que mientras yo siga en mi burbuja en el banco de la plaza, esperando que pasé algo, las sorpresas juegan las escondidas, o a la rayuela con los que allá afuera viven sin pensar si mañana tendrán lo que quieren.