Lina siempre esperaba lo mismo: verlo en una fiesta, y perseguirlo toda la noche, hasta que, por supuesto, él se cansara y se fuera.
Y ahí venía la parte de “Se fue con otra, seguro”. Y nada se lo impedía claro, pero eso era traición. Traición sin piedad, no tenía corazón.
Le gustaba que no le respondiera los mensajes, y que no le hablara por el msn. Porque era una excelente excusa para confirmarse a sí misma que él no la quería. Aunque no necesitaba más pruebas que la falta de atención en ella por parte de él.
Y sufría, lógicamente que le dolía que él no demostrara lo mismo que ella. Pero esperaba, como si el tiempo alguna vez le hubiera cambiado algo. Como si por arte de magia el amor naciera.
Pobre Lina, la veías siempre esperándolo. Aunque sea una migaja de lo que ella fantaseaba, del inmenso amor que alguna vez se imaginó que el podría sentir. Aunque sea verlo reír.
Pero él se reía, siempre. Muchas veces de ella. Y a Lina le encantaba. Su dientes tan alineados en una especie de sonrisa que ella deformaba y la convertía en cielo.
Y entonces decía algo fuera de lugar, y después pensaba “Yo y mi bocota”. Y no era ese el problema, era más simple. Era que Lina estaba enamorada de alguien que aunque ella dijera la más exacta de las verdaderas, él se reiría, pensando que lo que escucho era una estupidez.
Evidentemente no lo podía evitar, no solo por él. Por todo eso que se tejía al rededor, como una inmensa telaraña. Pegajosa, casi imperceptible.
Era quizás que no la quería.
La entiendo a Lina. No porque sea mujer, lejos estoy de ser feminista.
La entiendo porque algunas veces nos gusta sufrir. Aguantar hasta lo insoportable, pensando que así conseguiremos lo que queremos. Y llegamos al punto en donde no hay nada más que hacer, porque ya inventamos lo que no existía menos que esa mirada que tanto soñamos. (Chiquita, tímida, a través de los ojos de miel que nos enamoraron)
Algunas podrán decir, como dijo Joaquín en alguna canción “Peor para el sol, que se mete a las siete en la cuna del mar a roncar”. Y otras estaremos condenadas a sufrir por placer. A querer cambiar al resto, en vez de empezar por nosotras. Otras creemos en el amor, tanto y tan profundamente, que se nos hace imposible no preguntarnos porqué ese que esta del otro lado, que siempre tuvo lo que quisimos, que es el perfecto hombre que nació de nuestros sueños, que se llevó todos nuestros suspiros, sigue estando ahí, del otro lado.
La entiendo a Lina, porque a muchas nos gusta sufrir. La entiendo, porque si se trata de confiar en imposibles, tengo un doctorado en casa.
Saborié este relato más como un ensayo de mujeres "penelopeanas" que como un cuento. Y sin lugar a dudas me encantó la certeza en cada frase, palabras que, creo, intentan entender ciertas conductas que tenemos cuando estamos enamorados, a las cuales no le escapo a ninguna. En cada actitud de Lina, en sus porqués me vi reflejado.
ResponderEliminarQuizás todos tengamos en algún momento esas tendencias masoquistas, al límite del suicidio. O quizás exagero como de costumbre. Pero en lo que no exagero ni nunca exageraré es en tu habilidad para crear realidades con símbolos y transmitir ideas.
Soy tu fan luuuu!
Besitos