miércoles, 28 de abril de 2010

Escuchemos el silencio, amor.

Cuando el murmullo de tus mares se resigné, y acepte que nada puede hacer por separar estas dos costas que somos, entonces escucharás que en la profundidad siempre estuvimos unidos, que siempre hay más allá un grano de arena que compartimos.
Que siempre llegarán a nosotros esas palomas que bautizaste Ilusión, porque sus nidos están acá. Quedate tranquilo, no pueden ir muy lejos.
Y al final se te develará el secreto que tanto gritamos con los cuerpos. Y sabrás que la orilla que somos no es más que el principio, un primer paso, una de las tantas cosas que nos conecta. Y provocaremos tsunamis y tormentas, y cielos celestes.
Que sos el creador de cada paisaje nuevo. Como si tu única misión fuera observar (me) con detenimiento, incitar a la transformación.
Y que yo soy el sol que se esconde en el horizonte, dejándote libre la noche y maravillándote cada nuevo día. Porque al final de eso se trata.
Pero cada estrella es un pedazo de sol. Y vos, que sos mi Dios, estás en cada pedacito de cielo.
No te das una idea lo que descubrirás, cuando por fin dejen de chillar esos árboles.
Y no debe faltar mucho, porque lo único que separa al mundo de quedarse mudo es una letra.
Y lo que a mi me separa de vos, son estos cuerpos en los que vivimos. - porque siempre se trato de distancias-

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