De esperar- si es que espero que algo de todo esto resulte- deseo poder protegerte.
Cuidarte de mi, o más bien, de la que soy cuando busco un culpable del destino que me tocó y que me aleja de todos, que me aísla, que me llevó tan lejos de tu charla constante y la manera de complementarme. Y siempre te encuentro cuando busco a alguien que cargue con mis penas.
De mis ratos de celosa compañía y de mis cambios de humor sin sentido.
Quisiera poder librarte de este pasado que zumba todo el tiempo en el oído las cosas que no debo hacer. Y yo que soy tan vulnerable, me dejo dominar.
Ojalá pudiera no llenarte de las frases que no tienen sentido. Si algún día te contara que mi ambición por concretar las cosas no es más que el puño que tengo para defenderme de mis sueños y volver a este ring donde los golpes duelen y quedan marcados, quizás entendieras que no intento comprometerte.
Pero también espero no llenarte de explicaciones, no cubrirte de esta mujer víctima que elijo ser.
Me encantaría poder defenderte de mi manía por ponerme en atención constante. O de esta inseguridad que me lleva a no creerte tus promesas, y que las repitas tantas veces hasta el cansancio.
De mi inmadurez, de mi estar permanente.
Si pudiera, te protegería de todo. De todas las cosas que soy y que no debería. De la forma en que me enamoro tan fácilmente y que no da tiempo a sacar la cabeza afuera y respirar. Y que por supuesto, termina matando. Entonces, ojalá pudiera defenderte de esta asesina que robo las ganas de muchas personas. Que mató toda posibilidad de cambiar su condena y de ser – y hacer- feliz.
Espero poder cubrirte de la locura que me lleva a llorar tanto y a conseguir poco. De la melancolía de morir en una palabra. De mi imaginación, de la que no siempre resultan cosas tan buenas. De mis noches interminables, de mis viejos dolores. De mis días de furia, de mi posesión por lo que no me pertenece, de mi racionalidad absoluta, de mis miedos y de la convicción con que defiendo tercamente mis ideas.
Ojalá pudiera alejarte de los fracasos que todavía duermen conmigo en mi cama, y de los otros que también la comparten y que te precedieron pero que no se comparan, porque ninguno me dio en estos veinte años, todo lo que vos me diste en un par de días.
De las sonrisas que afirman cuando en realidad quieren negarte todo, y pelearme. Sobre todo de mis errores repetidos, de hacer otra vez con vos, lo mismo que me llevó a esta soledad. Quisiera que no te pesen mis equivocaciones, que no sean rayos que atraviesen esto y lo convierten en la historia que ya viví.
Quiero decir (porque también me gustaría preservarte de lo extensa que soy con lo que me apasiona) que al fin de cuentas, quisiera ser capaz de protegerte de mi misma.
Porque también, llevándote lejos de todo lo que soy y que no quiero, me protejo a mi misma de caer de nuevo en la utopía de creer en los príncipes azules y los futuros inalcanzables.
Aplaudo aplaudo y aplaudo! Nunca te había leído con tan franqueza..con cuanta sinceridad hablás! Tan sincera con ese otro, y con vos misma sobretodo. Que sensación tan honda, tan honda me atravesó el pecho. Leerte tan realista, sin duda es extraño en vos y noto el cambio.
ResponderEliminarSin duda leerte lu es magnìfico!
Pero leerte así, tan profunda, me motiva a seguir escribiendo, a seguir aprendiendo de vos.
Sentí leer a Sabato tan cruento, a tu gran Mario tan apoyado en la realidad, casi casi -si no fuese por el género- hubiese creído que Martín Santomé volvía a escribir una nueva página de su diario.
Besos Luuuu espero sigas bien