sábado, 12 de junio de 2010

Mi mejor regalo.

Tomá. Te las regalo.
A vos, estas ilusiones que hoy te ofrezco deben ser más útiles de lo que son para mí. De todas formas, vengo ahorrándolas hace tiempo ya, creo que debe ser imposible acabar mis reservas.
Te las regalo, porque son tuyas. Siempre lo fueron. Sino no podría dártelas, de poco te servirían.
No pido que hagas algo con ellas, nadie sabría como usarlas sin las esperanzas que todavía guardo celosamente en las caricias que espero.
Además, cuando traspasan el umbral, empiezan a volar tan alto y a revolotear tan lejos, que mejor dártelas. Así como están, con la manía excéntrica que las encierra y las vuelve frágiles, grácilmente libres.
Te las doy antes que se tornen incontrolables, y llegue la noche y yo siga soñando sin darme tiempo a cerrar los ojos, o a planearlos. Tómalas, que no te de miedo. Son inofensivas, lo juro. No tienen otro propósito que seguir siendo ilusiones. Viven por lo que son.
Me gustaría tanto parecerme a ellas, aceptarme así, loca por una mirada tuya, por tu aceptación. Pero me resulta más fácil envolvértelas y que gentilmente me las aceptes. Y sonrías, y yo muera de miedo porque siempre está custodiándome el tiempo, pensando que pasará después.
Sí, ya sé lo que pensarás. Y es cierto, te las doy también porque no sé que hacer con ella. Y no hay por ningún lado un curso que me enseñe. Confío en que serás mi lección más grande, y que cuando sea capaz, y me convierta en erudita vuelvan a mi todas esas ilusiones que no me pude hacer cargo. Pero ahora es un desperdicio.
Solamente te pido un favor (Y casi la condición más contundente): No las tires a la basura sin siquiera darles un poquito de atención, solo eso piden. Puede que sean estas ilusiones que hoy te ofrezco, las que te lleven a donde no creías. Esos lugares que encontras en ellas, esos momentos que no son reales, como tantas otras cosas. Sácalas a bailar, mostrales que de vez en cuando el mundo no es tan malo, que vos sos el mejor refugio. Aliméntalas, porque si mueren, entonces también moriré yo.
Quizás, cuando ya no sean mías, y se conviertan en tus prisioneras, entienda que nadie muere por amor, y que la locura no tiene nada que ver con vos. Que valgo más de lo que alguna vez me dijeron.
Y vos, que vagabundeabas por ahí pasándome por delante, me veas, y veas todo lo que tengo, todo lo que soy.
Y yo me independice, de vos, de estas ilusiones que te obsequio, de mi misma. Y empiece a escribir delirios más sanos y más posibles.
Al final, dándotelas solo busco una cosa que no sos vos, pero sí lo sos. Busco romper las cadenas que me atan a ellas.
Porque si yo logro despojarme de mis adicciones, entonces me sobra tiempo para dedicármelo y crecer. Y si vos conseguís transformarlas en mejores, hábiles de llegar a donde sueñen, aparecerás para devolvérmelas.
Y las ilusiones sean la realidad que compartamos de acá, hasta que mueran. Pero cuando son lo suficientemente fuertes, no mueren jamás.
Por todo esto te regalo las ilusiones. Podría parecer que es por mi, pero a vos te van a ser más útiles que a cualquier otro hombre en el mundo.

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