Querido amor:

No sé por donde arrancar, pero uno nunca sabe. Así que diré eso: que no sé por donde empezar.
Lo que quiero decirte es que no quiero que llegues, no ahora, no acá. Si supiera donde estoy, te pasaría la dirección exacta. Pero creo que todavía no sé donde encontrarme. Y no tendría sentido hacerte venir, que toques la puerta, me des un beso, y yo no sepa que decir. No tiene sentido ni lógica.
No podría vivir con el sol en mi casa y seguir muriéndome de frío. Y de poder, viviría mintiéndome a mi misma, más de lo que lo hago ahora. Pero no se puede vivir así.
Querer, no suena tan egocéntrico, pero debería serlo. Hay que amar como se debe, aunque nadie sepa como. Confío en que voy a aprender, en que seré capaz de quererme como vos me quisieras. Y entonces dejar que vos lo hagas.
Pero ahora no. Ahora no podría si quiera mirarte a los ojos.
Para ser sincera, me muero de ganas. Pero decidí dejar la ansiedad, y esperar a que llegues cuando tengas que hacerlo. Cuando pueda recibirte sin excusas. Cuando sepa que hacer con vos.
Hasta ahora, sembré ilusiones que alimenté día tras día, amor tras amor. Las di, porque creí que no eran mías, que mi tarea era simplemente regalarlas. Y al final, esto que era mi jardín, termino no siéndolo. Porque sin los brotes de ilusión, entonces ya no es nada. Es un desierto, pero no lo es. No es nada.
Por eso creo que debería construir primero algo mío, algo que no pueda dar, pero sí compartir. Algo que sea tuyo cuando llegues, pero que no me deje vacía.
No sé cuanto más tengo para decirte, es sencillo, pero también complejo. Es tan contradictorio, como decirte que no vengas y seguirte esperando. La tristeza de saber que no es ahora, y la felicidad de descubrirlo justo antes de dejar de existir.
No vengas, haceme ese favor. No me dejes caer de nuevo en vos como si fueras una red que me sostiene. Dejame primero mantenerme sola.

No quiero volver a repetir cien veces lo mismo:
“No sos vos, no sos el hombre de mis sueños. Pero como me hubiese gustado que lo fueras”