Lo que pongas en los primeros años de tu vida,
quedará en ella hasta más allá de la muerte.
Extraño los rayos de sol que quebrantaban las ventanas de mi vieja casa y se intrometían en la pieza que casi ni recuerdo.
Los gritos que surgían de la más inocente felicidad cuando se hacía realidad aquello en lo que creía firmemente.
El olor a pasto recién cortado o el ruido de hojas secas que se precipitaba en el comienzo de la primavera.
Extraño los musicales de los que fui parte. Estar delante de ellos dos, que siempre fueron los mejores espectadores.
Los sueños que inventé y las ganas que tenía de alimentarlos, aún sabiendo que quedarían en la más dolorosa quimera.
Las tardes que hacía un mundo con dos papeles y un par de lápices de colores, porque no había más cosas para hacer.
El tobogán con el que me deslicé a los mejores momentos de mi vida.
Las otras personas en las que me transformé con algunos disfraces.
Extraño el frío dándome de frente de camino a la escuela.
Extraño el camino a la escuela. La haraganería con la que iba, a pesar de las tres escasas cuadras que me separaban.
Extraño las plazas, los recreos, las trenzas que me sometían a la tiranía en el estado más cruel.
Las lluvias en el techo de chapa del cuartito de atrás, que era mi casa. Mía sola, y de mi hermana.
Mi perro, el negro, corriendo en el patio. Feliz de jugar conmigo.
El pino que de tan alto parecía un rascacielos. O quizás era que yo lo veía desde abajo.
El ruido de la puerta abriéndose, que siempre traía algún amigo.
Las bombas de agua que nunca me gustaron, pero que llenaron mis tardes de sonrisas.
El piso impecablemente brillante, a costa de no pisarlo después que mamá lo encerara.
Un barrilete de papá que se quiso quedar con nosotros.
El calor de esa casa que nunca más volví a sentir, porque ya no hay inviernos como esos.
Las vigas del techo que me daban pánico, las flores rosas casi muertas de la pared, y el armario- guarida.
Extraño el olor a torta recién hecha.
Esa vez que lloramos porque mamá nos iba a hacer una listita con lo que teníamos que hacer. Una tortura eso de lavar los platos.
Extraño sentarme en el escalón y esperar que algo pase. Y algo siempre pasaba.
Y es extraño como extraño.
Porque añoro todo eso con una sonrisa en la boca.
Daría todo lo que tengo para volver ahí, pero todo lo que tengo es demasiado bueno para resignarlo.
Será que de eso se trata crecer.

A veces da miedo mirar atrás y ver todo lo que hiciste, porque te hace perder la nocion de donde estas ahora.
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