Hoy tenes la tranquilidad de un feriado, Buenos Aires.
Al fin puedo ver las copas de tus árboles
bailando la música que nadie escucha.
Y es placentero sentarme en el balcón,
en una mano la lapicera y en la otra el cigarrillo,
y contemplarte.
Consumir tu aire y dejarme incinerar
por el fuego de tu sol y tu cielo celeste.
Envidio a aquellos que haya abajo, en tu calle,
caminan con los pies pesados. Deben estar en huelga
las agujas de los relojes argentinos.
Pero que placer es tener el tiempo para admirar
esos tejados rojos que hace tiempo pasaron de moda.
Y aturdirme con el acelerador de los autos que hoy no se usan.
¡Qué encantadora sos cuando los negocios cierran!
Queda por fin, los carteles enormes
y la curiosidad a plena luz del día.
Allá lejos parece que los edificios
fueran de cartón, y tengo ganas de salir a jugar,
y romper la calma.
Y me almuerzo tus dos paisajes,
porque sos altanera y tranquila-
porque en tu ciudad habita un bosque
-quizás sea un bosque con asfalto-
Hoy tenes la tranquilidad de un feriado, Buenos Aires.
¡Y cuánto miedo me da eso, que es tan inusual!
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