Él estaba decidido. Atrás quedaban las negaciones de esa mujer que hacía tiempo lo había trasformado en alguien más, alguien que nunca hubiera imaginado ser, pero era.
Ciro tenía todo planeado. Lo había pensado el minuto después que terminara la película que habían visto juntos.
-Me encantaría eso: una cita pero bien de película, las sorpresas, ir descubriendo en cada cosa algo nuevo.- había dicho Leona.
Y rió, porque había pensado que todo eso era una cursilada. Al fin y al cabo el amor era amor, sin tanto alarde. Quizás él, que la conocía lo suficiente, había visto en sus ojos ese sueño incumplido.
“¿por qué no?”, pensó. Tenía todo planeado. Nada le gustaba más que dedicarle su tiempo a ella. Además había descubierto que era bueno para eso, Leona explotaba toda su parte novelera. Le gustaba el romanticismo artificial con el que ella hacía cada cosa que se proponía.
Ese día la había despertado un mensaje, el más hermoso que hubiera recibido en su vida.
“Esta noche el tiempo y el mundo son nuestros. Y sin embargo siguen siendo el tiempo y el mundo los que deciden. Déjate llevar por el tiempo y sorprender por el mundo”, decía.
Al principio Leona se había reído. Ciro conocía esa parte vulnerable de ella. Quería todo y ya. Sabía que en realidad lo que le había querido decir era que disfrutara cada momento, que no se adelantara a los hechos. Y a ella le encantaba. No se sentía más segura que en él.
La pasó a buscar a las 9 en punto. Había estado esperando en la puerta desde antes pero tenía la convicción que la perfección era solamente posible si le daba a cada cosa su tiempo exacto.
Cuando ella salió, él pensó que no había visto mujer que cubriera todas sus expectativas. No sabía cómo había llegado a ocupar tanto espacio en su vida, pero era feliz. Y esa noche además estaba increíblemente hermosa (o quizás era toda la situación)
Leona subió al auto sin saber a dónde irían y sin miedo.
-¿Qué vamos a hacer?- preguntó
- Quería hacer muchas cosas. Tantas que no me decidí, así que tengo un par de sorpresas.
El primer lugar era un enorme parque. Ciro sacó del auto una manta y la apoyó en el suelo. Fue poniendo encima un montón de cosas para comer.
-Podría haberte invitado a comer a algún lado- dijo mientras seguía acomodando cosas- pero ninguno hubiera tenido tanto silencio.
-¡mejor!- respondió ella- ninguno hubiera sido tan perfecto ni hubiera tenido tan lindo cielo.
Pasaron toda la comida hablando, sobre todo leona que le gustaba hacer monólogos. Cada palabra que decían los unía más, con cada frase construían puentes y se dejaban atravesar y llegar cada vez más lejos.
Cuando la cena terminó, la segunda parada fue una feria. La más parecida a las americanas. De esas donde la decoración se basa en luces de colores, la música tiene sonido a circo, y los juegos son la principal atracción.
Leona se sintió muy eufórica.
-Ciro, esto es genial, me siento una nena.
-No, todavía no, falta algo- le dijo, y fue a buscarle un globo lleno de helio y un copo de azúcar que los dos devoraron en un instante.
La sonrisa de Leona era la más grande que él jamás había visto. No imaginaba cuánto le gustaban esas cosas, y Leona no podía creer que él la llevara ahí.
Leona pensó que ya no había nada que pudiera superar esa noche, pero se equivocó.
Fueron hasta la casa de Ciro.
-Espérame acá- le dijo.
Cuando salió la besó, la giró de espaldas a él y le tapó los ojos. Así la fue guiando hasta llegar a una habitación.
-¿Estás lista Leo?
-Dale Ciro, me muero de intriga.
-Pero ¿Segura que estás lista? Mira que si no puedo…
-Dale, por favor- le dijo, agarrándole las manos que todavía le tapaban los ojos
-Quisiera tenerte toda la vida así, al borde de descubrir cosas nuevas a cada momento.
-Yo quiero tenerte toda la vida así, agarrándote la mano cuando estoy a punto de descubrir algo que todavía no conocía.- contestó Leona.
-Sos hermosa- le dijo él, y la beso en el cuello al mismo tiempo que le destapaba los ojos.
Toda la habitación estaba iluminada por velas que enmarcaban un colchón el piso cubierto de flores.
Leona se dio vuelta hacía él con los ojos llenos de lágrimas.
-Nunca nadie hizo tanto por mi- le dijo
-Nunca nadie te quiso tanto como yo- respondió Ciro, dándole el beso más lindo que podría imaginar.
La mañana siguiente, cuando Leona se despertó Ciro seguía durmiendo al lado.
Pensó que la noche había sido maravillosa.
Pensó que nunca la hubiese podido soñar porque probablemente no hubiese sido tan perfecto.
Pensó que no había conocido jamás un hombre más hermoso, quizás por eso tampoco había conocido el amor. O viceversa.
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