Cosas que necesito de vos en un día de lluvia:

Un abrazo, de esos inmensos que solías darme. Ahí donde me sentía segura y protegida, donde sabía que nada podía pasar. Un “te amo” sincero y eterno. Quizás no perfecto, quizás no tan grande. Puede que hasta ni lo escuché, pero que esté. Cinco letras y dos palabras. Tantas connotaciones. Una jaulita de sueños. Una película que no sepa de qué se trate, y pasarme los ciento veinte minutos mirándote, atrapada en tu pecho y con mi dedo en tu boca. Incitándote al después, a lo que sigue cuando el mundo se alza ante nosotros. Una charla banal y sin sentido, que nos haga uno y nos entendamos. Algo que nadie más sepa, salvo el atardecer y nosotros mismos. Un secreto quizás, pero de esos que no esconden nada. De los que nos hacen más fuertes y son puros. Un cigarrillo juntos y un par de risas. No importa que las genere: tal vez cosquillas, algún mal chiste, un error (probablemente mío) Una vida aconteciendo en nuestras manos, como bailarinas en una caja musical. Girando y girando. Un poco como la teoría piagetiana. En forma de espiral, pasando por los mismos lugares pero cada vez un paso más arriba. Una siesta con tu mano- y tu amor- atravesándome el pecho. Concebir todo tu cuerpo pegado al mío. Esa sensación que estás ahí, percibiendo lo mismo, erizándote igual. Hacerte el amor las veces que me basten para sentirme completa (aunque nunca alcance, y aunque ya lo sienta) y jugar desnudos eso que llaman placer y yo le digo “vida”. Tus ojos cansados, una canción interpretada por mis cuerdas vocales, los latiguillos de siempre. Las sonrisas que acompañen recuerdos. Que el pasado se nos abalance para asegurarnos el presente. Un sueño compartido en cartas, en dibujos. Expresártelo de otras formas que no sean palabras, estimularte otros sentidos que no sea la vista. No sé, quizás pida mucho. O quizás también este mostrándote mis deseos. O quizás te ame en demasía, en tardes de lluvia, y en la eternidad.